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Mensaje dominical del Obispo :¿ES VERDAD QUE SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?

Mensaje dominical del Obispo :¿ES VERDAD QUE SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?

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1. La salvación eterna es un regalo de Dios
En vez de responder si son pocos o muchos los que se salvan, Jesús aprovecha la pregunta para exhortar a todos a esforzarse por alcanzar la salvación. La salvación eterna es un regalo de
Dios a través de Cristo Jesús, el vino a pagar la sentencia condenatoria de los pecadores muriendo en la cruz, como rezamos en el credo cuando decimos que: por nuestra salvación bajó del cielo y
que por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato. Y sin embargo para alcanzar la salvación hay algo que nos toca a nosotros y que requiere mucho esfuerzo y mucha lucha. El Reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados lo arrebatan, el Reino de los cielos es una conquista ardua. En el Reino de los cielos no hay puestos reservados para ciertas categorías privilegiadas, en el Reino de los cielos no hay colados. Cada uno tiene que ganárselo con esfuerzo y con lucha ardua.
2. ¿En qué consiste esta lucha por el Reino de los cielos?
En primer lugar, debemos luchar contra nosotros mismos. Nuestros peores enemigos son nuestras propias pasiones desordenadas que nos quieren arrastrar lejos del Reino de Dios.
Nuestros peores enemigos son las inclinaciones de nuestra naturaleza caída: la ira, la soberbia, la lujuria, la codicia, la envidia y la pereza. La carne está contra el espíritu y el espíritu esta contra la carne, de tal forma que hay un antagonismo y una pugna que no podemos evitar. En segundo lugar, debemos luchar y esforzarnos por cultivar y practicar las virtudes cristianas de la fe, la esperanza y la caridad; y las virtudes evangélicas de las Bienaventuranzas como son: la pobreza,
la humildad, la castidad y la oración. Nuestra naturaleza caída tiende a lo fácil, a lo cómodo, a lo placentero y le sacamos la vuelta al esfuerzo, al sacrificio que implica la práctica de la virtud,
entrar por la puerta estrecha de la práctica de la virtud. En tercer lugar, no podemos olvidarnos del enemigo del hombre que es el Diablo “Revístanse de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo”. “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra
los principados, contra las potestades, contra los dominadores de éste mundo tenebroso, contra los espíritus del mal”. “En pie pues ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia
como coraza, calzados los pies con el celo del Evangelio, embrazando siempre el escudo de la fe, tomando la espada del espíritu que es la Palabra de Dios, perseverando siempre en la oración.
3. Al final seremos juzgados en el amor.
Entrar por la puerta estrecha de la práctica de las Obras de Misericordia: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste…entra en el gozo
de tu Señor”. Ante la insistencia de aquellos que han comido y bebido con el Señor y que han escuchado sus enseñanzas en sus plazas, él les contesta: “Yo les aseguro que no sé quiénes son
ustedes, apártense de mí todos ustedes obradores del mal”. Al final de la vida de nada nos servirá haber comido y bebido con él o haber escuchado su enseñanza. Al final de la vida no contarán los
fanatismos, ni las opiniones, ni los discursos, ni las devociones. Al final de la vida lo único que cuenta son las obras. No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, aunque
le digan al Señor: en tu nombre profetizamos, en tu nombre expulsamos demonios, o en tu nombre hicimos muchos milagros. Entonces el Señor les contestará: ¡apártense de mí, no los
conozco, obradores de iniquidad! De nada nos servirá ciertas devociones o señales medio milagrosas, sino cumplimos la voluntad de Dios y sino practicamos las obras de misericordia. Al final de la vida lo único que cuenta son las obras.

Adriana Solis Davlos


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