Mensaje dominical del 3 de abril del 2022 de Mons. Pedro Pablo
En la primera lectura del mensaje dominical del 3 de abril del 2022, los judíos, habiendo estado en el exilio durante muchos años, comienzan a recordar con nostalgia sus años felices cuando fueron liberados de Egipto, cuando atravesaron el desierto y llegaron a la tierra prometida, pero el Señor a través del profeta les dice: “olvídense del pasado, yo hago nuevas todas las cosas, yo haré brotar ríos nuevos en la tierra árida”.
Dios no solo está en el pasado, también está en el futuro, hay que dejar el pasado y poner los ojos en el futuro. En la segunda lectura San Pablo se reconoce en el pasado como perseguidor de la Iglesia, pero ahora ha sido tocado por la gracia y se le ha confiado una nueva misión, por eso dice: “olvidando el pasado, me lanzo hacia adelante en busca de la meta y del trofeo al que Dios me llama desde el cielo en Cristo Jesús”. Dejemos el pasado en el pasado y que el futuro sea nuestro futuro.
Evangelio del mensaje dominical del 3 de abril 2022
En el Evangelio de hoy, también el mensaje es dejar el pasado en el pasado y lanzarnos a conquistar la nueva vida en el porvenir. Los fariseos agarraron a la pecadora en fragante adulterio y la presentan en el atrio delante de todo mundo ante Jesucristo para tenderle una trampa, lo único que quieren es desacreditar a Jesús y condenarlo a él junto con la pecadora.
Si Jesús dice que la lapiden está faltando a la ley, porque solo Roma podía ejecutarla. Si dice que la dejen ir, está despreciando la autoridad de Moisés, pero Jesús no cae en la trampa y se pone a escribir en el suelo, quizá para dar a entender que este momento no era tiempo de debatir sobre aquella mujer que está ahí parada temblando, llena de pena y de vergüenza y de confusión, quizá escribía para darles tiempo a que examinarán sus conciencias. Pero como persisten en su terquedad, se levanta y les dice: “el que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.
Cuando se fueron todos, comenzando por los más viejos, Cristo se levanta y le pregunta a la mujer deshecha, avergonzada, confundida y abandonada, ¿Dónde están los que te condenaban?, no quedo ninguno, entonces yo tampoco te condeno, vete y no peques más. No solo le dijo vete, sino ya no peques más. Deja el pasado en el pasado y comienza un nuevo porvenir.
La mujer sorprendida en adulterio, avergonzada y arrepentida, sabía su pasado, pero cuando Jesús le da su perdón, le da un futuro, una nueva vida. De eso se trata la misericordia y el perdón de Dios: Restaurar la dignidad, ser curado y sanado, ser reconstruido completamente, recibir un nuevo futuro. El reto que nos presenta el Evangelio de hoy, es de ser capaces de reconocer nuestra miseria y no solo lamentarla, sino arrepentirnos de ella, no sólo dolernos del pasado, sino arrepentirnos sinceramente. No fijar nuestros ojos en los pecados del pasado sino en el perdón de hoy y en la vida nueva que nos espera en el futuro. El arrepentimiento que nos salva no es autofustigarse permanentemente, sino un nuevo nacimiento en la fe y en el amor a Jesucristo.
El remordimiento nos encadena al pasado, el arrepentimiento nos lanza al futuro. “Ya no lo volveré a hacer, seré enteramente fiel a mi esposa”. Podemos nosotros ser como la mujer del Evangelio, todos tenemos faltas y caídas, nos pesan las decisiones que hicimos en el pasado, pero el pasado, está en el pasado y se tiene que quedar en el pasado, podemos recordar el pasado, pero no vivir en el pasado.
La gracia de Dios está con nosotros en el futuro, el nuevo camino y el agua fresca están en el futuro, el plan de Dios y la misión están en el futuro. El Evangelio nos enseña que hay alguien más interesado en restaurar nuestra vida, que en destruirla. Hay alguien más interesado en curarnos y sanarnos, que en aumentar el dolor de la herida. Hay alguien más interesado en nuestro futuro, que en nuestro pasado, y su nombre es Jesús.
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