Mensaje dominical del Obispo:¿CÓMO PREPARAR EL CAMINO DEL SEÑOR?
Jesús no es un mito sino un personaje histórico que nació, vivió y murió en un lugar concreto y en un momento muy específico.
Fue el año décimo quinto del reinado de Cesar Tiberio, siendo Poncio Pilatos procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, en ese momento, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, el hijo de Zacarías. En ese tiempo, en esos reinados, con esas autoridades civiles y religiosas, aparece el precursor y aparece Jesús, la palabra de Dios. Tal vez esas autoridades estaban demasiado seguros de sí mismos, se sentían muy poderosos, controlaban todo en el pueblo y no necesitaban ni un precursor ni un mesías. Tal vez no querían cambiar nada de su estatuto, de su reinado, de su autoridad, de sus tradiciones, de sus poderes y comodidades en que vivían y reinaban muy seguros de sí. Para ellos tal vez el mesías era perfectamente innecesario e inútil. Como dice San Juan: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, porque sus obras eran malas”. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz le dijo Jesús a Pilato. “La luz vino a las tinieblas y las tinieblas no la recibieron, pero tampoco pudieron apagar esa luz”. La luz de Jesús requiere ciertas condiciones para poder llegar a los corazones.
- “Juan el Bautista se marcha al desierto para preparar el camino del Señor. Ahí en el desierto Juan grita porque el pueblo estaba adormilado, su grito se hace una llamada “preparen el camino del Señor”.
Ahí precisamente en el desierto, en el silencio, en la soledad, ahí es donde se puede escuchar más claramente la voz de Dios. Ahí en el silencio, en la soledad y en el desierto, es donde fácilmente puede uno encontrarse consigo mismo y con Dios. En el ruido, en la multitud en la sobreabundancia es muy difícil encontrarse con Dios, se necesitan las condiciones del desierto: silencio, soledad, contemplación, oración, austeridad. Juan el Bautista estaba vestido con una piel de camello, un cinturón de cuero, comía miel silvestre y saltamontes, es el ambiente, es el escenario adecuado para encontrar a Dios y para escuchar su palabra.
- ¿Cómo podemos preparar el camino a la venida del Señor?
En primer lugar, como lo hizo Juan al Bautista, ir al desierto, entrar en nuestro interior, analizarnos, ver si Dios tiene cabida o si en mi interior hay muchas cosas que ocupan el espacio de Dios; si estoy lleno de preocupaciones, de cosas materiales, de preocupación por el dinero, por la comida, por la bebida, por todo lo material. Si tengo mucho ruido, si no hay silencio sino ruido, mucho ruido, mucha música, muchas palabras, muchas imágenes que llena y saturan mi interior, entonces qué difícil. Analízate, entra dentro de ti mismo y ahí en ese silencio puedes encontrar al Señor, puedes darte cuenta primero de qué está lleno tu interior, de qué está lleno tu corazón. ¿Qué anhela tu corazón? ¿Qué le preocupa a tu corazón? Analízate y observa si no estás viviendo en estrés, en aceleración, en el vértigo de la velocidad de las actividades, ahí qué difícil encontrarse con Dios.
En segundo lugar, ¿Cómo preparar el camino del Señor? Pues aceptar tu fragilidad, tu debilidad, la necesidad de una ayuda en tu vida. Hay angustias hay preocupaciones, hay hechos que nos afectan, que nos dañan, que nos preocupan y que están más allá de nosotros. Somos insuficientes, somos frágiles, pecamos, caemos en tentación, cometemos pecado, cometemos errores. Hay que aceptar la propia fragilidad para poder comenzar a preparar el camino.
En tercer lugar, cambio. Desear cambiar eso que no está bien en mi vida. “Preparar el camino, hacer recto sus senderos, todo valle será rellenado, toda montaña y colina rebajada, lo tortuoso será derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”. Predicaba Juan un bautismo de penitencia, de conversión, de perdón y de cambio de vida. Y también abrirse a esa ayuda, a ese auxilio de Dios para lograr el cambio, no solo desearlo, anhelarlo, buscarlo, sino también esperarlo. Jesús viene a cambiar, a enderezar, a sanar ese corazón nuestro.
Date tiempo para buscar a ese Jesús que viene para ayudarte a salir adelante. Los que quieren cambiar, abren su corazón, están dispuestos a la venida del Señor; gustosos, alegres, felices caminan hacia el encuentro con el Señor. No tienen miedo de encontrarse con Jesús, por el contrario, son felices porque van a recibir ese apoyo, ese cambio que les va a dar paz, tranquilidad, alegría, amor felicidad en su corazón. Que esta navidad sea una navidad de cambio de todo aquello que yo sé y que Dios quiere que yo cambie en mi vida personal, con mi familia, con mis hijos, con mi esposa. Que en el ambiente de la familia reine esa unión, esa paz, esa armonía que tanto anhela nuestro corazón para que esa venida del Señor no sea inútil, no sea en balde, sino sea muy provechosa y fecunda en nuestra familia, en nuestro hogar y en nuestra comunidad. Así sea.
+ Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, lc
Obispo de Cancún-Chetumal