Mensaje dominical del Obispo : LA FE ES UN DON DE DIOS, PERO AL MISMO TIEMPO UNA OPCIÓN LIBRE Y
PERSONAL.
LA FE ES UN DON DE DIOS, PERO AL MISMO TIEMPO UNA OPCIÓN LIBRE Y
PERSONAL.
1. “He venido a traer fuego a la tierra”.
Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, aparecieron unas lenguas como de fuego
que se posaron sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo. Ese es el
fuego que Jesús trae a la tierra. En el corazón de cada cristiano bautizado sucede algo maravilloso
comparado a una llama de fuego que calienta y hace arder el corazón lleno del amor divino. “El
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha sido
dado”. Ese amor divino que enciende nuestros corazones, viene a transformarlos y a rescatarlos
de la dureza de la frialdad, de la indiferencia y del egoísmo. La dureza de nuestro corazón nos
hace permanecer fríos e indiferentes frente a las penas y necesidades de nuestro prójimo, esa
dureza de nuestro corazón nos hace permanecer insensibles y ajenos a las necesidades del
prójimo, pero el fuego del Espíritu Santo cuando penetra ese corazón duro, lo hace manso y
humilde, compasivo y misericordioso. El fuego del Espíritu Santo que enciende nuestros
corazones, nos hace capaces de practicar las obras de misericordia: tuve hambre y me diste de
comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me
atendiste, estaba triste y me consolaste, estaba solo y me acompañaste.
2. “No he venido a traer la paz, sino la división”.
Cuando Jesús fue presentado en el templo siendo un bebé, el anciano Simeón profetizó que Él
sería signo de contradicción y que a través de su presencia se descubrirían los pensamientos de
muchos corazones. “La luz vino a las tinieblas y las tinieblas no la recibieron”. “La Palabra era la
luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. “El mundo fue hecho por ella,
pero el mundo no la conoció”. “Vino a su casa y los suyos no la recibieron, pero a todos los que
la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. Jesús es el
camino, la verdad y la vida. Jesús es la luz del mundo, pero no todos se dejan iluminar, no todos
la aceptan, no todos creen en Él, no todos lo siguen, no todos lo aman. Cuando Jesús aparece el
mundo se divide, las familias se dividen, las sociedades se dividen en amigos y enemigos de
Cristo, en seguidores y detractores. La fe es un don de Dios, pero al mismo tiempo una opción
libre y personal. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad, pero siempre habrá quienes lo acepten y quienes lo rechacen y Dios no ha querido
violentar la libertad del hombre e imponerles sus mandamientos y enseñanzas. Dios es un Padre
bueno que respeta la libertad de sus hijos y los llama y los invita a la plenitud del amor, pero si el
amor no es libre, no es amor.
3. Dios nos llama a vivir la plenitud de la fe.
La fe no es una cancha donde diferentes equipos de creyentes se pelean unos contra otros, sino
que es el sentimiento y la intuición que te lleva a romper los límites de tu mente racional para
poder hablar con algo que no ves, que no hueles, que no puedes tocar y que no sabes siquiera que
existe. La fe es esa sensación de sentirte tan frágil, tan vulnerable, tan chiquito y tan perdido en la
infinidad del universo, que paradójicamente te hace sentirte fuerte, firme, fundado en la certeza y
totalmente seguro. ¡Creo Señor, pero aumenta mi fe! Así sea.