Mensaje dominical del Obispo :“HACERSE RICO DE LO QUE VALE ANTE DIOS”
1. “Polvo eres y en polvo te convertirás”
Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar como agrandar los
graneros para guardarla y se puso a pensar que ya había acumulado mucha riqueza
para muchos años y que entonces podría descansar, comer, beber y darse la buena
vida. Pero Dios le dijo: insensato esta misma noche vas a morir ¿para quien serán
todos tus bienes? Cuando Alejandro Magno, después de haber conquistado el mundo
murió a los 38 años, mandó que lo llevaran a enterrar en una caja en la que pudiera
sacar las manos afuera delante de todos, para que vieran todos que no se llevaba nada
de todo el mundo conquistado. A pesar de que sabemos que no nos llevaremos nada
al otro mundo, siempre nos amenaza la tentación de acumular riquezas y de
apegarnos y poner nuestro corazón en ellas.
2. La avaricia es el afán desordenado a los bienes materiales.
El avaro tiene el corazón apegado a las riquezas y está totalmente dedicado a
buscarlas y acumularlas con el fin de conservarlas. Ávidamente las ama en sí mismas
obstinándose apasionadamente en guardarlas. La avaricia esclaviza y separa de Dios,
“Porque donde está tu tesoro ahí está también tu corazón”. Por eso nos advierte
Jesús: “no atesoréis tesoros en la tierra donde la polilla y la herrumbre la destruyen y
donde los ladrones perforan las paredes y las roban. No podéis servir a Dios y a la
riqueza”. También nos advierte San Pablo que la raíz de todos los males es la afición
al dinero y ni los ladrones, ni los avaros heredarán el Reino de Dios. La avaricia nos
hace poner toda la confianza en el dinero y perder la confianza en Dios. El rico
piensa que todo lo puede resolver con su dinero y que no necesita a Dios. El avaro no
puede vivir ni dormir en paz, porque teme que le roben o le defrauden. La avaricia
vacía del sentido profundo de la existencia que es el amor, la generosidad
3. ¿Cómo hacerse rico de lo que vale ante Dios?
No se trata sólo de desprenderse de los bienes materiales, de no caer en la avaricia y
el afán desordenado del dinero, sino de conseguir el verdadero tesoro en el Reino de los
Cielos. No se trata de no tener sino de saber compartir para ganar la vida eterna. “Tuve
hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste,
enfermo y me visitaste…entra en el gozo de tu Señor”. Lo que vale ante Dios son las
obras de misericordia que hagamos por nuestros hermanos necesitados, ellas nos pueden
merecer la entrada en el Reino de los Cielos y aquí en la tierra también nos llena de paz
de alegría y de satisfacción. “Hay más alegría en dar que en recibir”. Dichosos los
pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. La pobreza evangélica pone
únicamente en Dios todo deseo de posesión, toda su confianza, todo su apoyo y toda su
seguridad, sólo en Dios debe enraizarse todo motivo de confianza. No poseer nada fuera
de Dios porque sólo Dios basta. No buscar más apoyo que su gracia, desapegando el
corazón de todos los bienes materiales. Tener a Dios es tenerlo todo.
+ Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C.