Mensaje dominical del Obispo:“Me levantaré y volveré a mi padre”
- ME LEVANTARÉ.
Para emprender el camino de la conversión, lo primero que se necesita es valentía para reconocerse caído, hambriento, miserable y necesitado. Valentía para levantarse y emprender el camino de regreso a pesar de la lejanía, el miedo y la vergüenza de tener que enfrentar la realidad. Valentía para reconocer que se ha tocado fondo. Valentía para ser sincero y dar la cara. Valentía para asumir la propia responsabilidad y no encontrar excusas para evadirla. Valentía para no echarle la culpa a los demás y ser capaz de decir: Yo he pecado contra el cielo y contra ti. Un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia sino que lo acoge, lo sana y lo regenera.
- Y VOLVERÉ A MI PADRE.
Cuando el pecador quiere volver al Padre, el Padre ya está volviendo su mirada hacia él y lo espera con ansia. La grandeza de Dios está en su misericordia. La omnipotencia de Dios se manifiesta en su misericordia. El nombre de Dios es misericordia, por eso el padre de la parábola al ver volver a su hijo se conmueve hasta las entrañas, lo abraza, lo besa, le viste la túnica de fiesta, le pone las sandalias en los pies y el anillo en su mano para significar que le devuelve toda la dignidad de hijo y toda la herencia de su patrimonio; pero al mismo tiempo lo hace asumir toda la responsabilidad de la hacienda del padre. La misericordia de Dios no solo expresa un amor incondicional sin límites y una ternura infinita, sino también genera la responsabilidad y la madurez del pecador arrepentido. En el cielo hay más alegría por un pecador que se arrepiente que por cien que no necesitan penitencia. Por eso el padre de la parábola tiene que hacer fiesta con gran banquete y música para celebrar la vuelta del hijo que había muerto y está vivo, que se había perdido y lo hemos encontrado.
- EL ENCUENTRO ENTRE DOS HERMANOS.
La misericordia del padre se convierte en la mejor ocasión para el encuentro entre los hermanos. La experiencia de la misericordia, construye la fraternidad. El hermano mayor es invitado a perdonar también y a acoger a su hermano menor en la misma casa. Los dos hermanos tienen que volver a convivir en la casa del padre, trabajar juntos y celebrar juntos las fiestas que organiza el padre. En este camino sinodal que estamos recorriendo como Diócesis, Dios nos invita a la conversión sinodal que consiste en sentir la acuciante necesidad de construir la casa y escuela de comunión, de diálogo, de amistad y fraternidad. Al contemplar el mundo polarizado, dividido en discordia y en violencia, sentir la acuciante urgencia de construir una comunidad eclesial libre de clericalismos y de funcionarios e integrada por humildes servidores que dan la vida por sus hermanos. Así sea.