Mensaje dominical de Monseñor Pedro Pablo Elizondo
“EFFETÁ”.
1. Atravesaba Jesús la región pagana de Tiro y Sidón, cuando le llevaron a un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que le impusieran las manos. Él le apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en el oído y toco la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo “¡Effetá!” que quiere decir: ábrete. Jesús vino a este mundo a abrir los oídos de los sordos para que puedan escuchar la Palabra de Dios y salvarse. Vino a soltar la traba de nuestra lengua para que podamos anunciar y proclamar la Palabra de Dios. Esta curación física pone de relieve el poder de Jesucristo que con la fuerza del Espíritu Santo también cura la sordera del alma. En este sordo mudo pagano vemos la imagen de todos aquellos pueblos paganos a los que Dios quiere salvar. Jesús viene para que todos escuchen la palabra de Dios, se hagan discípulos y misioneros de su mensaje. Es impresionante cómo Jesús escucha las súplicas de los paganos; aparta a un lado al sordo mudo, le mete los dedos en los oídos y toca la lengua con saliva. El corazón de Cristo es muy sensible, muy empático y muy compasivo, no puede dejar de atender a los enfermos con toda su humanidad con toda la cercanía de sus manos y de su misma saliva. Jesús se involucra y hace suyo el problema de la sordera de este hombre pagano. La curación fue tan admirable que todos clamaron: “¡qué bien lo hace todo!”. Más tarde San Pedro resumió la misión de Cristo diciendo: “pasó toda su vida haciendo el bien. Sanado a todos los oprimidos por el diablo”.
2. La Iglesia es continuadora de la misma misión de Jesucristo. Lo que hizo Jesús durante toda su vida, es lo que tiene que hacer ahora la Iglesia. Jesús fue el sacramento y signo visible del amor de Dios. La Iglesia es signo curativo visible e instrumento de sanación y santificación de la humanidad. La Iglesia cura y evangeliza a través de los sacramentos y de manera especial a través del sacramento de la reconciliación. La Iglesia cura y evangeliza a través de la proclamación de la Palabra de Dios. Pero también la Iglesia cura y evangeliza a través de las obras de misericordia, dando de comer al hambriento, dando de beber al sediento, curando al enfermo, visitando y atendiendo al encarcelado, al lastimado, consolando al triste y evangelizando al pobre, comunicando esperanza al que sufre. La Iglesia es la buena samaritana que se acerca al herido que está a la vera del camino para ungirlo, cargarlo en su cabalgadura y llevarlo al mesón.
3. Cada uno de nosotros debe ser un signo curativo para sus hermanos. Cada uno como discípulos del Señor, tenemos la misma misión de abrir los oídos de los sordos y abrir la traba de la lengua para que todos entendamos y proclamemos la Palabra de Dios. Cada uno de nosotros nos podemos preguntar ¿Estoy yo convencido que, a través de mí, Cristo continua presente haciendo el bien? Cada uno de nosotros somos Iglesia ¿qué hacemos por nuestros hermanos? No hace falta que hagamos milagros extraordinarios, el milagro consiste en estar cerca del hermano necesitado. ¿A cuántos enfermos podemos atender a lo largo de nuestro camino, dándoles consuelo, salud y compañía y esperanza? Tal vez también nosotros estamos sordos o mudos, necesitamos la curación del Señor, para escuchar y escuchar la voz del pobre y el herido que está a la vera del camino. El Señor quiere tocar y abrir nuestros oídos para que escuchemos su Palabra, la saboreemos y la pongamos en práctica. Quiere destrabar nuestra lengua para ayudarnos a pronunciar palabras de aliento y de esperanza que ayude a consolar a nuestros hermanos lastimados.
4. Oración. Señor suéltanos la traba de la lengua para que podamos salir en defensa de nuestros hermanos calumniados, para que defendamos a los que culpan injustamente, para que hablemos bien de nuestros hermanos y no guardemos cómplice silencio, para que seamos capaces de hablar en favor de nuestros hermanos y no querer quedarnos callados. Suéltanos, Señor, la traba de la lengua a los que estamos encargados de decir la verdad: locutores, periodistas, sacerdotes, obispos, pastores, políticos, comentaristas. Para que no digamos solo lo que nos interesa y conviene sino solo la verdad. Suéltanos Señor la traba de la lengua a los padres de familia, a los maestros, a los jefes de empresas para que no nos callemos las palabras de aliento y reconocimiento a nuestros hijos, alumnos y a nuestros empleados. Ábrenos Señor los oídos para escuchar tu voz y la voz de los que piden pan, de los que piden justicia, de los que piden trabajo y podemos ayudarlos. Gracias Señor porque tú nos abres los oídos y la lengua a la escucha y la proclamación de tu Palabra.
+ Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas
Obispo de la Diócesis de Cancún-Chetumal
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