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Homilía dominical: Tiempo de adversidades, tiempo de valientes

Homilía dominical: Tiempo de adversidades, tiempo de valientes

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1. En estos momentos tormentosos, difíciles, complicados, complejos y de adversidades para todo el mundo, la Iglesia sufre también la envestida de esta tormenta. En estos tiempos de tantas crisis y pandemias: pandemia social, pandemia de salud, pandemia espiritual, pandemia económica, pandemia familiar. El virus de la división, del odio, de la confusión amenaza a la Iglesia e intenta hacer presa en cada uno de nosotros. El virus de una espiritualidad toxica intenta contagiarnos dentro y fuera de la Iglesia. En estos tiempos inéditos en que nos encontramos, necesitamos recibir una infusión del Espíritu Santo, necesitamos un nuevo Pentecostés. Y al mismo tiempo necesitamos empuñar las armas de Dios: la espada del espíritu que es la Palabra de Dios, la coraza de la fe inquebrantable y el casco de la oración continua y permanente. Con la luz y la fuerza del espíritu caminamos juntos y derechos hacia Jesús: fijos los ojos en aquél que comienza y culmina nuestra fe. Se han levantado fuertes vientos de espiritualidad toxica dentro y fuera de la Iglesia.

2. Necesitamos la luz del Espíritu Santo para reconocer que en Pedro está la roca firme sobre la que se construye la Iglesia de Cristo. Necesitamos la luz del Espíritu Santo para caminar siempre con Pedro a la cabeza porque él es el que nos enseña a confesar la fe en Cristo Jesús como Hijo de Dios, Salvador del mundo. Solo Pedro nos enseña que no nos es dado en ningún otro la salvación, que no tenemos a dónde ir porque solo él tiene palabras de vida eterna. Pedro nos enseña a sentirnos felices y contentos con Cristo en la transfiguración y no ver ya a nadie más que a Jesús “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo para no seguir debatiendo sobre tópicos insustanciales, para dejar las discusiones estériles, las acaloradas controversias, los dimes y diretes y centrarnos en lo esencial, Cristo y la misión evangelizadora. Necesitamos la fuerza y la luz del Espíritu Santo para no hacer caso a supuestos videntes y profetas de desventuras y desastres apocalípticos que lo único que hacen es sembrar miedo, confusión y angustia en las almas. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo para encausar toda nuestra energía en la nueva evangelización misionera. Saliendo fuera de nosotros mismos y de nuestras iglesias. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para sumar esfuerzos y crear nuevas obras de caridad en este mundo tan lastimado por tantos traumas, rencores, miedos, complejos y depresiones. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo para dejar a un lado los miedos, la comodidad y el conformismo que nos estancan y que nos frenan ante los retos enormes de la misión evangelizadora. Necesitamos la luz del Espíritu Santo para ser audaces, emprendedores, innovadores, pioneros y capaces de emprender una evangelización más misionera y hacer avanzar el Reino de Dios. Los tiempos complejos y de adversidades no son tiempos para lamentarnos o quedarnos paralizados por el miedo, son tiempos para sacar la casta de bautizados, aguerridos y luchadores que saben que el Reino de Dios padece violencia y que solo los valientes lo arrebatan.

3. El soplo del Espíritu Santo ya ha llegado a la Iglesia y está actuado poderosísimamente en muchos grupos de laicos, misioneros bien preparados y bien organizados con nuevos apostolados, con nuevas iniciativas, con nuevas ideas que buscan llevar el Evangelio a las fábricas, a las escuelas, a las empresas, a las familias y a los matrimonios. Tenemos que caminar juntos, apoyarnos unos a otros, complementarnos y lograr un matrimonio armonioso y feliz entre consagrados y laicos. El Espíritu ya está soplando en la Iglesia, escuchemos su voz y sigamos su inspiración.

+ Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas
Obispo de la Diócesis Cancún-Chetumal

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Carlos Zadívar Cazola

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