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“CONVIERTANSE, PORQUE YA ESTÁ CERCA EL REINO DE LOS CIELOS”, Pedro Pablo Elizondo C.

“CONVIERTANSE, PORQUE YA ESTÁ CERCA EL REINO DE LOS CIELOS”, Pedro Pablo Elizondo C.

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  1. La liturgia de hoy nos invita a la conversión, es decir al cambio de vida, pero no todo cambio es
    conversión, sólo cuando el cambio está en perspectiva del reino de los cielos. El proyecto del
    reino de los cielos es un reinado de principios y valores muy específicos, es un reino de justicia,
    de paz y de amor; es un reinado de santidad y de gracia; es un reinado de vida y verdad. Quien se
    convierte crece en estos valores y virtudes. Y reinar quiere decir crecer como el grano de mostaza,
    que, con ser muy pequeño, crece tanto que llega a ser como un arbusto donde se posan las aves del
    cielo. El reino de Dios iniciado aquí abajo en la iglesia de Cristo, no es de este mundo cuya figura
    pasa y consiste en conocer cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en
    esperar cada vez con mas fuerza los bienes eternos, en corresponder cada vez mas ardientemente
    al amor de Dios, en dispensar cada vez más abundantemente la gracia y la santidad entre los
    hombres. Convertirse siempre será cambiar de dirección, dirigiéndose a la meta y proyecto del
    reino de los cielos. Convertirse será siempre cambiar de proyecto de vida teniendo en frente el
    proyecto del reino de los cielos.
  2. La conversión comienza preguntándose sobre los propios pecados y desviaciones y extravíos fuera
    del camino del reino de los cielos. El que camina fuera del camino que lleva a la meta del reino,
    mientras más camina más se aleja. Después de cuestionar nuestros propios pecados, viene el
    momento del dolor y del arrepentimiento sincero que nos lleva a aborrecer y rechazar el pecado, a
    renunciar a las obras y seducciones de satanás. En este momento estamos en condiciones de ir y
    confesar nuestros pecados delante de Dios y decirle: “Padre he pecado contra el cielo y contra ti,
    no soy digno de llamarme hijo tuyo, trátame como al último de tus jornaleros”. La misericordia de
    Dios está esperando un corazón sincero y arrepentido para abrazarlo y perdonarlo, devolviéndole
    toda su dignidad de hijo suyo.
  3. “Raza de víboras, ¿Quién les ha dicho que podrán escapar del castigo que les aguarda?”. Al ver
    que muchos fariseos y saduceos, iban a que los bautizara, les decía: “Hagan ver con obras su
    conversión y no se hagan ilusiones, pensando que tienen por padre a Abraham”. Los fariseos y los
    escribas tenían 613 preceptos, que enseñaban, pero no cumplían, eran maestros pero incoherentes,
    no predicaban con el ejemplo ni con el testimonio de vida. Por eso les llamaba hipócritas. Su
    pecado fue la hipocresía, cumplían en las pequeñas cosas, pero no tenían misericordia, Cristo les
    llamó sepulcros blanqueados y raza de víboras. Porque limpiaban por fuera, pero no por dentro.
    Porque veían la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Rezaban mucho para que los viera la
    gente, su piedad era falsa. La piedad falsa es una enfermedad y no te conecta con Dios, se creían
    muy santos y justos y se les borró el concepto de pecado. Se fijaban en la letra, no en el espíritu, y
    en el fondo no tomaban en cuenta a Dios, porque habían perdido la conciencia del pecado. El
    pecado se había reducido a una transgresión a la ley y no una ofensa a Dios, se creían muy santos
    y seguros y que ya estaban salvados por sus obras. Hacían rezos limosnas y ayunos para lucirse y
    despreciaban a los demás.
  1. La conversión es una gracia de Dios, es Dios quien nos toca la puerta y nos hace cambiar de vida.
    Dios hace los santos de las almas que se dejan. La conversión arranca del corazón de Dios, es una
    gracia que hay que pedir. Es una gracia que arranca del corazón de Dios y llega hasta el propio
    corazón. Hay que dejarse amar. Hay que dejarse penetrar por su mirada. Hay que dejarse penetrar
    por su palabra, que como dardo atraviesa el corazón. “Conviértenos Señor y nos convertiremos”.
  • Pedro Pablo Elizondo Cárdenas. L. C.
    Obispo de Cancún-Chetumal
Janet Galindo

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