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Mensaje dominical: Día mundial de las misiones

Mensaje dominical: Día mundial de las misiones

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En este día celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, en ella agradecemos el don de la fe que ha sido transmitida a lo largo de los siglos y a lo ancho de la tierra por tantos misioneros audaces y generosos. En este domingo también somos invitados a convertirnos en misioneros del Evangelio: “vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc. 16,15). Este mandato misionero es para ti, es para mí, es para cada uno de los que hemos recibido el bautismo. En el Bautismo y en la Confirmación, hemos recibido el fuego del Espíritu Santo que nos impulsa a la misión. El Espíritu Santo es el alma y el motor de la misión. A nosotros nos corresponde avivar ese fuego con el amor a Cristo, a su Iglesia y a las personas que tienen hambre de su Palabra. A nosotros nos corresponde seguir el impulso del Espíritu Santo. Escuchemos la voz del Papa que sueña con una Iglesia en salida misionera. Capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización. La Iglesia se convierte y se transforma en la medida que se hace más misionera.

Mensaje dominical: Día mundial de las misiones

2. ¿Cómo puedo ser yo misionero? Primero, con la oración. Rezar por todos los misioneros del mundo para que puedan llevar libremente y eficazmente la Palabra de Dios a más corazones. Orar para que Dios envíe más obreros a su mies. Orar por la perseverancia y su fecundidad de todos los misioneros del mundo. Segundo, con el testimonio de vida. Los hombres de hoy como que ya no quieren leer el Evangelio, pero cuando tú lo encarnas en tu propia vida te conviertes en un Evangelio viviente visible y ambulante en medio de ellos. Y entonces ellos leen el evangelio en ti, aunque no lo quieran. El ejemplo no es la mejor manera de enseñar el Evangelio es la única eficaz y autentica. Tercero, con la caridad. Las obras de misericordia hacia nuestros hermanos necesitados es la predicación más fuerte e indiscutible del amor de Dios hacia los hombres, es el signo más claro de la presencia de Dios entre los hombres, amar a los más necesitados sirviéndoles y auxiliándoles en sus necesidades y amar incluso a los enemigos es un milagro moral que da la señal clara de la presencia de Dios. Cuarto, compartir la fe con nuestros hermanos, sobre todo, con los más cercanos. La fe se fortalece dándola. Al compartir la fe, se fortalece tanto en el que recibe la enseñanza como en el que la da.

3. “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch. 4, 20). Cuando Bartimeo el ciego del Evangelio de hoy, recobra la vista milagrosamente, queda tan conmovido en su corazón y sacudido en todo su ser, que no puede callar el milagro que Dios le ha hecho y tiene que proclamarlo a los cuatro vientos igual que el ciego de nacimiento. Cuando uno se encuentra con Jesucristo y experimenta el milagro de su curación, de la ceguera, de la sordera o de la parálisis física o espiritual, no puede menos que saltar de gozo y contárselo a todo mundo, aunque no se lo pregunten y aunque no quieran oírlo. Que el Señor nos conceda un encuentro transformador con Jesucristo Resucitado. Que el Señor nos conceda un milagro físico o moral en nuestra propia persona para que no podamos callar las maravillas del poder y del amor de Dios en nuestra propia vida. Así Sea.

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Adriana Solis Davlos

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