EL ANTÍDOTO CONSTITUCIONAL DEL PUEBLO


Cuando alguien se queja de los abusos del gobierno actual, suelo contestar, sin rodeos: ahí está el 136.
Mucha gente no sabe a qué me refiero, y ha llegado el momento de explicarlo.
El artículo 136 constitucional no es una nota al pie. Es una cláusula final, escrita con la certeza de que el poder puede quebrarse y que el pueblo puede —y debe— restaurar el orden justo. Dice:
“Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta…”
Eso es todo.
El artículo 136 te otorga el derecho a restaurar el orden constitucional cuando ha sido quebrantado por un gobierno ilegítimo, incluso mediante rebelión.
Así, sin anestesia.
Y esto importa, porque el actual gobierno se instaló con mayorías legislativas obtenidas en violación del artículo 54, que impone un tope del 8 % de sobrerrepresentación. La coalición oficialista lo ignoró, se apropió de escaños indebidos y forzó una supermayoría ilegítima. Con ella impone reformas, nombramientos y control del aparato estatal. Todo lo que de ahí deriva nace viciado.
¿Y qué ocurre cuando el poder constituido actúa contra la Constitución? Que entra en funciones el titular originario de la soberanía: el pueblo. Eso dice el 136.
Habrá quien diga que el artículo no habla de rebelión para restaurar la Constitución. Pero pensar que un régimen tiránico se va a desactivar con flores y canciones de Manuel M. Ponce es, francamente, idiota.
“El pueblo recobra su libertad” no es una figura retórica. Significa resistencia activa. Significa que a un régimen anticonstitucional se le retira del poder y se le juzga. Eso dice el 136.
No es un adorno. Es una cláusula de restauración.
Y entonces, cuando alguien pregunte qué hacer frente a la captura del Congreso, a la deformación institucional, al atropello de las reglas básicas, la respuesta no es abstracta, ni moral, ni simbólica.
La respuesta está ahí.
Clara.
Inapelable.
Ahí está el 136.