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Desafío hipersónico

Desafío hipersónico

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Desafío hipersónico
Publimetro

Desde hace varias décadas, potencias como China, Estados Unidos y Rusia han centrado parte de su gasto militar en la investigación, el desarrollo y la modernización de la tecnología hipersónica. Principalmente, se han dedicado al perfeccionamiento de una nueva gama de portaarmas, capaces de alcanzar velocidades superiores a la del sonido —que es de 5,000 kilómetros por hora—, y operables a alturas por debajo de los 100 kilómetros.

Las mejoras en la implementación de este tipo de tecnología no son un tema que se pretenda disimular, por el contrario, buscan difundirlo para demostrar que el gobierno capaz de desarrollar este tipo de equipo es digno de posicionarse como un actor estratégico global. Sin embargo, el mensaje también debe generar inquietud e interrogantes en cuanto a la carrera armamentista del siglo XXI.

El desarrollo hipersónico implementado en la industria militar representa un nuevo desafío global para los sistemas de defensa. Es decir, la altura y rapidez con que estos artefactos viajan, aunadas al tipo de armamento que pueden trasladar y detonar, hacen ineficiente cualquier estrategia de contraataque defensivo, vulnerando la capacidad de respuesta de cualquier nación.

Hace cuatro años, China anunció la prueba exitosa de su primer avión hipersónico, el Starry Sky-2, que alcanzó una velocidad de más de 7,300 kilómetros por hora. Este año, Rusia informó que sus aviones caza MiG-31 están armados con un nuevo misil hipersónico, el Kinjal, y que trabaja en un sistema de misiles capaces de dar dos vueltas al mundo en dos horas. Por su parte, Estados Unidos, el país con mayor gasto militar en el mundo (778,000 millones de dólares en 2020), se ha centrado en el desarrollo de armas hipersónicas como una prioridad ante los avances chinos y rusos.

A pesar de que los países que se encuentran en esta nueva carrera hipersónica declaran que simplemente buscan mantenerse al nivel de sus contrapartes, y que especialistas ven tales avances como un desarrollo normal en cuanto a la innovación, no hay duda de que el simple hecho de anunciar este tipo de pruebas intensifica la presión global.

Estamos atestiguando cómo se perfeccionan las armas que se utilizarían en las próximas generaciones, y también la normalización del uso de conceptos bélicos, de tecnologías emergentes y disruptivas —sistemas de enjambres de vehículos no tripulados, uso de drones, rayos láser, sistemas autónomos de ataque y utilización de inteligencia artificial, entre otras—. Por su parte, analistas de The Brookings Institution pronostican que los cambios en la tecnología bélica para las siguientes dos décadas “serán más rápidos e importantes que los alcanzados en los veinte años anteriores”.

En suma, se trata de una serie de variables que, en un mundo en tensión por diversas circunstancias geopolíticas, podría desestabilizar la mesura necesaria en torno al uso de armas con capacidad de destrucción mutua asegurada, así como agravar la inestabilidad regional y “facilitar” nuevas vías para una escalada mayor de los conflictos. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se ha referido al uso de misiles hipersónicos como capaces de crear una escalada de mayor riesgo, con una alta probabilidad de errores de cálculo.

Para contrarrestar estas variables, se requiere de nuevos acuerdos en torno a la regulación de las tecnologías bélicas, que abarquen las llamadas armas de nueva generación, como los misiles hipersónicos, en un contexto en el que no todos los países líderes en esta nueva carrera armamentista forman parte de los acuerdos existentes.

La reglamentación y el control con miras hacia la no proliferación de armas de nueva generación se deben abordar de inmediato, y requieren de actores y voces internacionales que moderen el desarrollo y el uso de las tecnologías hipersónicas.

La verdadera voluntad política en un momento de frágil gobernanza mundial se debe centrar en consensos para definir marcos reglamentarios bilaterales o multilaterales que den certeza a mecanismos de estabilidad y seguridad global. Sólo así demostraremos que la humanidad aprendió de las consecuencias de hechos históricos pasados relacionados con el uso bélico del desarrollo tecnológico.

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Ricardo Monreal
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