Presidente acorralado
Por: Vladimir Galeana Solórzano
Sin lugar a dudas, los mexicanos de todas las latitudes han comenzado a reflexionar profundamente acerca del destino que tenemos que construir en los siguientes meses. Desde luego que no será fácil, pero tenemos que definir desde ahora cuál es el camino que debemos escoger, y no tenemos más opción que la libertad o la tiranía. Esa es la disyuntiva que se nos presentará en la próxima elección.
Xóchitl Galvez ha cerrado su precampaña con un discurso que ha sacudido las conciencias de los mexicanos, y que incrementa desde luego el temor que se vive en Palacio Nacional ante la posibilidad real de que los mexicanos logremos construir la estrepitosa derrota a un proyecto populista, que hasta ahora ha tenido como finalidad inmediata el empobrecimiento de los mexicanos para depender de las dádivas disfrazadas de programas sociales.
Xóchitl fue directa con los mexicanos de todo el país, de todos los estados, de todas sus regiones, de todas las ciudades, de todos los municipios, de todos los poblados. Hasta ahora Xóchitl Galvez se ha significado como una mujer valiente, una mujer echada para adelante, una mujer a la que no le arredra la andanada de improperios que seguramente ya tiene enlistados el inquilino de Palacio que hará todo lo que esté de su lado para descarrilar su candidatura sabedor de que si ella triunfa, su destino inmediato y el de sus hijos sería la cárcel.
Y habrá que señalar que hasta ahora la mayoría de los mexicanos de todos los estados, de todos los municipios, de todos los poblados, de todas las villas, ejidos y parajes, estarán dispuestos a reafirmar nuestra vocación democrática ante la pretendida implantación de un gobierno populista y comunista como lo ha señalado quien por ahora detenta el poder viviendo en un Palacio como si fuera un Emperador, o un Marajá al más puro estilo del oriente.
Por cierto, el señor Andrés Manuel López Obrador desdeñó la Residencia Oficial de Los Pinos, considerándola poca cosa ante su pretendida grandeza, y prefirió asentarse en un Palacio Virreinal, costándole mensualmente a los mexicanos mas de seis millones de pesos en su manutención, sin contar el costo de los honores a su investidura por los miembros del Ejército Mexicano.
Los mexicanos estamos ávidos de sacudirnos la imposición de un sujeto, cuya minúscula presencia, marcará en la historia patria uno de los peores momentos de nuestro devenir democrático. Hoy, la esperanza de la recuperación de nuestra democracia, está en manos de esos hombres y mujeres ávidos de mostrar y demostrar que seguiremos manteniendo el México qué hemos construido, el México que hemos defendido de los apetitos tiránicos de un sujeto que solamente será un negro accidente en la historia de esta patria que queremos libre, y que seguiremos construyendo para el bien de los mexicanos del futuro. Al tiempo.