Homilía dominical de Monseñor Pedro Pablo
8 agosto, 2021
A continuación, les compartimos la homilía dominical de forma íntegra, de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, primer Obispo Diocesano de la nueva Diócesis de Cancún-Chetumal.
“EL QUE COMA DE ESTE PAN, VIVIRÁ PARA SIEMPRE”.
- Dicen los existencialistas, nacemos de chiripa, vivimos por inercia y nos morimos de aburrimiento. Todo es un absurdo. Dicen los paganos, comamos y bebamos que mañana moriremos. Decimos los cristianos, el pensamiento de la muerte segura nos entristece y nos desconcierta, pero la esperanza de la vida eterna nos alienta y nos anima. Late en el fondo del corazón escondido, un deseo de seguir viviendo, de prolongar la vida, de no desaparecer para siempre de este mundo. Nos atemoriza el pensamiento de volver a la nada, al abismo de la nada. La vida después de la vida es un misterio que ahí está presente y a veces no queremos ver ni tener presente. Podemos cerrar los ojos ante este misterio y vivir como si no fuéramos a morir. Podemos abrirnos a la fe y aceptar el horizonte luminoso de una vida eterna. Podemos aceptar la fe que nos dice: la vida no se acaba se transforma. Pero nos resistimos a resignarnos, a pensar que todo terminará en fracaso o en un abismo oscuro e insondable de la nada. Pero el misterio al final de la existencia continúa envolviéndonos.
- Cuando llegaron los misioneros a Inglaterra para predicar el cristianismo allá por el siglo VI, el rey reunió a los Lores para preguntarles si permitía esta nueva religión, y reunidos en el castillo en una de las salas grandes, hermosas, se levantó un Lord y dijo: rey, nuestra vida es como una avecilla que entra en esta gran sala, viene de la oscuridad, no sabemos de dónde viene, revolotea un momento entre la luz de esta hermosa sala y luego sale por otra ventana al frio y a la noche, así es nuestra vida. No sabemos de dónde venimos, no sabemos en dónde terminaremos, qué será después de esta vida. Si esta fe cristina responde a esta pregunta, creo que debemos aceptarla en el reino.
- El que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el Pan de la vida. Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo les voy a dar, es mi carne para que el mundo tenga vida. Abrirnos a la fe en Cristo es aceptar a Jesucristo como pan de nuestra vida. Creer en él, es abrirse a él, es conocerlo a él, es seguirlo a él, es amarlo a él, es hacerse discípulos de él. El entonces alimenta el sentido de nuestra existencia, alimenta nuestros principios morales, nuestras conductas y virtudes para hacer el bien. Con sus enseñanzas, con su testimonio, con su Palabra, con su amor, con su gracia, alimenta nuestra alma. Él se ofrece para saciar nuestra hambre de eternidad. Si lo comemos en toda su integridad, en toda su enseñanza, en todo su poder, en toda su sabiduría, en toda su gracia, en toda su belleza; entonces tendremos el alimento que no perece, sino que dura hasta la vida eterna. Así sea.
+ Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas
Obispo de la Diócesis de Cancún-Chetumal
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