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Democracia y violencia inducidas

Democracia y violencia inducidas

rita
Muchísimos inconformes
Rompecabezas.
Abel Luna Espinosa

“La democracia es una tomadura de pelo” afirmó hace años el escritor portugués José Saramago, lo cual le acarreó múltiples críticas y como respuesta dijo que entre más viejo se sentía más libre y más radical.

Esta remembranza viene al punto por la creciente inseguridad que hemos vivido en México desde hace varios lustros, porque un país en donde se precien sus habitantes de vivir bajo este sistema político democrático la delincuencia en sus diversas modalidades sería sometida a la justicia y de ninguna manera puede ni siquiera hablarse de llegar a pactos -regularmente no escritos- con quienes hunden a la sociedad bajo sus caprichos o causando muertes a diestra y siniestra como vemos cotidianamente.

La muerte diaria de miles de personas como consecuencia de los elevados niveles de violencia de ninguna manera parece quitarles el sueño a los servidores públicos responsables de la seguridad pública, empezando por los policías municipales, los estatales o a nivel federal; y es que de ninguna manera puede generalizarse, porque ¿cuántos de ellos están involucrados con la delincuencia, o han sido forzados de alguna manera, o reciben recursos millonarios de los malandros?

La violencia persiste porque hay miles de funcionarios cómplices que sólo voltean hacia otro lado fingiendo que no ven nada. Los famosos “derechos humanos”, así entrecomillados, son un marbete que poco o nada representa en sus vidas diarias.

En un país en donde realmente sus habitantes vivieran en la democracia tendrían niveles de bienestar, educación, alimentación y salud adecuados para todos, sin excepciones.

Pero ello, como puede observarse a simple vista, es una utopía, una ilusión y la sola palabra pronunciada diariamente en boca de los políticos ha perdido significado, no tiene verificativo con la realidad, de manera que sólo les sirve para adorno de sus discursos ante sus coterráneos.

En otro sentido, se supone -al menos teóricamente- que los gobiernos realmente democráticos tienen la obligación de llevar a cabo la aplicación de la justicia y mientras ello no ocurra plenamente la seguridad pública seguirá en entredicho.

Prácticamente no hay naciones plenamente democráticas y tenemos muy claro entre las páginas de la historia mundial, el fracaso de algunos regímenes que pretendieron el camino del socialismo en donde un grupo minoritario se enriqueció a costa del esfuerzo de las mayorías.

Otro reflejo de la violencia lo vemos todos los días con la avalancha noticiosa y en series televisivas en donde los hechos de sangre, muertes, agresiones de muchos tipos, son difundidos al público sin ninguna limitante hacia el público -inclusive infantil- al grado de que hemos llegado a lo que los especialistas llaman Síndrome de Estrés Postraumático; característico de las personas que han vivido en un ambiente de violencia e inseguridad durante gran tiempo.

Frente a este panorama, la profesora de la UNAM, Norma Isabel de la Luz Echeverría precisa que en el núcleo familiar es desde donde pueden prevenirse los delitos, los patrones de conductas agresivas y las acciones de futuro conflicto.

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Su propuesta es que precisamente en la familia sea la principal contribución para la reducción de la violencia, su prevención, para que la sociedad no siga en el círculo vicioso del castigo para invertirlo a través del fortalecimiento de la prevención de conductas de riesgo y su erradicación en edades tempranas de los hijos.

El respeto a las leyes y a la justicia deben fortalecerse en todos los espacios familiares y sociales porque las conductas delictivas surgen de la tolerancia a las agresiones sexuales o físicas, regularmente de hombres a mujeres, aunque también pueden darse casos a la inversa.

En el ambiente de inseguridad y violencia todos tenemos algo quehacer, empezando por las relaciones interpersonales, de pareja, familiares y sociales.

rita


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